La inestabilidad internacional persigue al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, hasta el final de su mandato. La caída del régimen de Bachar el Asad en Siria a menos de mes y medio de que el demócrata deje la Casa Blanca se suma a las guerras de Ucrania, Gaza y Líbano, casi como epílogo de la conflictividad geopolítica que ha acompañado a una presidencia marcada también por la caótica retirada estadounidense de Afganistán. Tras los últimos acontecimientos en Siria, Biden ha comparecido en la Casa Blanca para una declaración en la que ha celebrado la caída de El Asad como un “acto de justicia”, pero ha advertido: “Permaneceremos vigilantes. No nos equivoquemos: algunos de los grupos rebeldes que han derrocado a El Asad tienen su propio y sombrío historial de terrorismo y abusos contra los derechos humanos. Hemos tomado nota de las declaraciones de los líderes de estos grupos rebeldes en los últimos días, y ahora están diciendo lo correcto, pero a medida que asuman una mayor responsabilidad, evaluaremos no solo sus palabras, sino sus acciones”.
El presidente de Estados Unidos celebra la caída de El Asad como un “acto de justicia”, señala que se abre una oportunidad histórica, pero advierte de los riesgos del nuevo escenario
La inestabilidad internacional persigue al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, hasta el final de su mandato. La caída del régimen de Bachar el Asad en Siria a menos de mes y medio de que el demócrata deje la Casa Blanca se suma a las guerras de Ucrania, Gaza y Líbano, casi como epílogo de la conflictividad geopolítica que ha acompañado a una presidencia marcada también por la caótica retirada estadounidense de Afganistán. Tras los últimos acontecimientos en Siria, Biden ha comparecido en la Casa Blanca para una declaración en la que ha celebrado la caída de El Asad como un “acto de justicia”, pero ha advertido: “Permaneceremos vigilantes. No nos equivoquemos: algunos de los grupos rebeldes que han derrocado a El Asad tienen su propio y sombrío historial de terrorismo y abusos contra los derechos humanos. Hemos tomado nota de las declaraciones de los líderes de estos grupos rebeldes en los últimos días, y ahora están diciendo lo correcto, pero a medida que asuman una mayor responsabilidad, evaluaremos no solo sus palabras, sino sus acciones”.
En Estados Unidos se discute desde hace una década el escenario de lo que se ha bautizado como “éxito catastrófico” en referencia a la posible victoria de los rebeldes en la guerra de Siria. El nombre hace referencia a que aunque el régimen dictatorial de El Asad ha recibido el apoyo de Rusia y de Irán, su caída podría suponer que alcanzasen el poder grupos con vínculos con el Estado Islámico y Al Qaeda considerados terroristas por Estados Unidos.
Tras reunirse este domingo con su equipo de seguridad nacional, Biden ha señalado, precisamente, que aunque se trata de una “oportunidad histórica” para el pueblo sirio, también es “un momento de considerable riesgo e incertidumbre”. “Estados Unidos trabajará con nuestros socios y las partes interesadas en Siria para ayudarles a aprovechar la oportunidad de gestionar el riesgo”, ha dicho.
El presidente reclama que todos los grupos de la oposición tengan un papel en el Gobierno de Siria, y que los nuevos dirigentes demuestren su compromiso con los derechos de todos los ciudadanos, el Estado de derecho y la protección de las minorías religiosas y étnicas. “Estos últimos días han sido históricos, y ya saben que son los días venideros los que determinarán el futuro de este país. Tenemos la intención de abordarlos con fuerza, sabiduría y determinación”, ha indicado.
El mérito de la caída
El demócrata se ha atribuido en parte el mérito de la caída del régimen “después de 13 años de guerra civil en Siria, más de medio siglo de brutal Gobierno autoritario de Bachar el Asad y su padre antes que él”. “Este régimen brutalizó, torturó y mató literalmente a cientos de miles de sirios inocentes. La caída del régimen es un acto fundamental de justicia”, ha dicho. “Durante años, los principales partidarios de Asad han sido Irán, Hezbolá y Rusia. Pero en la última semana, su apoyo se desplomó, el de los tres, porque los tres son mucho más débiles hoy de lo que eran cuando asumí el cargo”, ha subrayado el presidente.
Que por “primera vez en la historia”, ni Rusia, ni Irán, ni Hezbolá hayan podido “defender al régimen aborrecible en Siria” se ha debido, según Biden, al decidido apoyo de su Gobierno a Ucrania frente a la invasión rusa y a Israel en su enfrentamiento con Hamás y Hezbolá. “Nuestro enfoque ha modificado el equilibrio de poder en Oriente Próximo mediante esta combinación de apoyo a nuestros socios, sanciones, diplomacia y fuerza militar selectiva cuando ha sido necesario”, ha dicho.
La estrategia de Estados Unidos ante la nueva situación, al menos a corto plazo ―pues ese es el horizonte de la presidencia de Biden― pasa por apoyar a los países vecinos de Siria, incluidos Jordania, Líbano, Irak e Israel en caso de que surja alguna amenaza procedente de Siria durante este periodo de transición. Biden ha asegurado que ha mantenido largas conversaciones con los dirigentes de la región este domingo y lo seguirá haciendo en los próximos días. También enviará a Oriente Próximo a altos cargos de su Administración.
Ataques estadounidenses
Biden, además, tratará de garantizar la estabilidad en el este de Siria, donde Estados Unidos mantiene implantación en su lucha contra el ISIS. “Tenemos claro que el ISIS tratará de aprovechar cualquier batalla para volver a establecer su capacidad de crear un refugio seguro. No permitiremos que eso ocurra. De hecho, hoy mismo, las fuerzas de Estados Unidos han llevado a cabo una docena de ataques de precisión, ataques aéreos dentro de Siria contra campamentos del ISIS y operativos del ISIS”, ha dicho el presidente.
Junto a ello, el presidente quiere apoyar “una transición que se aleje del régimen de El Asad” y se dirija hacia “un nuevo Gobierno que sirva a todos los sirios”, lo que enlaza con su preocupación por el historial terrorista de algunos de los grupos rebeldes. Biden ofrece ayuda humanitaria y a la reconstrucción, aunque eso es mucho prometer para el poco tiempo que le queda en el cargo.
Los mandatarios internacionales están ya más pendientes del que será el sucesor de Biden, Donald Trump. El presidente electo también se manifestó sobre la situación en Siria en varios mensajes este fin de semana. El sábado dejó claro que predica abstenerse de cualquier intervención. “Siria es un desastre, pero no es nuestro amigo, y Estados Unidos no debe tener nada que ver con ello. Esta no es nuestra lucha. Dejemos que se desarrolle. ¡No nos involucremos!”, escribió en las redes sociales.
Este domingo, comentó los últimos acontecimientos. “Asad se ha ido. Ha huido de su país. Su protectora, Rusia, Rusia, Rusia, dirigida por Vladímir Putin, ya no estaba interesada en protegerlo. No había ninguna razón para que Rusia estuviera allí en primer lugar. Perdieron todo interés en Siria a causa de Ucrania, donde cerca de 600.000 soldados rusos yacen heridos o muertos, en una guerra que nunca debería haber comenzado, y que podría durar para siempre”, escribió en Truth, su red social.
Trump aprovechó ese mismo mensaje para reclamar “un alto el fuego inmediato” en la guerra de Ucrania y que Moscú y Kiev comenzasen las negociaciones. En una entrevista emitida este domingo por la cadena NBC, el presidente electo declina contestar a la pregunta de si ha hablado con Putin desde que ganó las elecciones del pasado 5 de noviembre.
El juego de las sanciones
Según Qutaiba Idlbi, investigador principal del Centro Rafik Hariri y de los programas de Oriente Próximo del Atlantic Council, “la caída del régimen de El Asad representa una oportunidad para abordar problemas de larga data en Siria y en la región”. “Sin embargo, no es una panacea y podría conducir a una mayor inestabilidad si no se gestiona con cuidado. Las administraciones de Biden y Trump deben adoptar un enfoque equilibrado y estratégico, centrado en la gobernanza inclusiva, el apoyo humanitario y la estabilidad regional. Una oportunidad como la que se presenta ahora en Siria solo se presenta una vez”, escribe en un post publicado este domingo.
En particular, para Estados Unidos, la caída de Asad ayuda a contrarrestar el terrorismo, frenar la influencia iraní y promover la estabilidad en Oriente Próximo, según el investigador del Atlantic Council. “La caída de El Asad pondrá fin a la política de patrocinio del terrorismo de su régimen, que duró décadas. Debilitará las alianzas entre apoderados iraníes y disminuirá el poder de Rusia en la región. Sin embargo, también plantea el riesgo de que se prolongue la inestabilidad, lo que obligaría a Estados Unidos a implicarse diplomáticamente en la configuración del desenlace. Las sanciones de Estados Unidos podrían ser una herramienta útil si su eliminación pudiera vincularse a avances concretos hacia un modelo de gobernanza estable e integrador que contribuya a la estabilidad de la región”, argumenta.
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